La historia de mi familia
La noche anterior, prácticamente, no dormimos… Luego de un vuelo nacional, ahí estábamos, los cuatro, listos para cruzar el emblemático puente internacional Simón Bolívar, que une a Venezuela con Colombia.
Cada uno, Germán, Ricardo, mi esposa y yo, con una maleta, un morral y un cúmulo de emociones a cuestas. Apresuradas, algunas personas se notaban desorientadas, mientras otras parecían en una competencia para ver quién salía de un país y quién entraba al otro primero.
Después de unas tres horas, sellamos nuestros pasaportes. Descansamos en Cúcuta un día. Tomamos un avión y llegamos a Medellín el 5 de enero de 2022.
Mi familia y yo seguramente hacemos parte de las estadísticas sobre movilidad humana que usa el gobierno colombiano y otros organismos multinacionales para visibilizar la problemática. Sin embargo, en mi caso y el de cualquier migrante, los números sin contexto pueden generar reacciones poco saludables.
Datos: el riesgo de la deshumanización
Las tecnologías digitales han revolucionado el acceso a la información y a las oportunidades de expresión, pero también han creado un mundo en el que es relativamente fácil manipular la información y elaborar matrices de opinión dañinas contra personas y grupos, como los migrantes, o contra organizaciones, e incluso países.
Del mismo modo, las tecnologías digitales han facilitado la proliferación de fuentes de datos, lo que ha provocado que muchos procesos que antes no quedaban registrados ahora lo estén, de manera automática y accesibles para los usuarios.
La «datificación» es un fenómeno contemporáneo que se refiere a la cuantificación de la vida humana a través de información digital, muy a menudo con fines económicos.
Esta combinación de acceso a la información y cuantificación de la vida humana tiene repercusiones complejas y contradictorias en muchas áreas de nuestra vida y nuestra manera de establecer relaciones. Hoy quiero enfatizar su rol frente a la movilidad humana.
La «datificación» de la migración tiende a deshumanizar a las personas que se movilizan dentro de nuestros continentes buscando seguridad, refugio y mejores oportunidades de vida. Los datos fríos ocultan que, en el fondo, la migración es un drama de personas concretas con realidades concretas. Se trata de vidas que poseen dignidad; de personas que sienten, que tienen aspiraciones.
Los datos en sí mismos tienen valor, pero es su uso el que finalmente impacta en la vida de las personas. La migración no se puede entender solamente a través de los números; hacerlo solo resalta las diferencias, lo que conduce a etiquetar a las personas que se movilizan como los «extraños llamando a la puerta». Es necesario detenerse e ir más allá, pensar en quiénes son y bajo qué circunstancias llegan.
Jesús y la migración
Jesús mismo experimentó la realidad de millones de personas migrantes, refugiadas y desplazadas de manera forzada; al nacer “en el camino”, sin posada y sin abrigo, y al tener que huir por amenazas de muerte. Según la Biblia, Dios tiene cuidado de las personas extranjeras y en consecuencia, espera que su pueblo también lo haga.
Jesus nos invita entonces a ver a la persona en condición de movilidad no como un dato, sino como un individuo «nacido entre nosotros»
En 2019, Tearfund en la Región de América Latina y el Caribe, lanzó la campaña «Como nacido entre nosotros» como una respuesta a los desafíos de la migración. Sabíamos que este drama humano nos exigía ir más allá de solo aportar o analizar datos demográficos y de variables socioeconómicas. Además, la orientación bíblica que sigue inspirando esta Red, Levítico 19:33-34, nos animaba a buscar que las personas migrantes fueran amadas «como nacidas entre nosotros». Junto con las agencias socias con las que hemos conformado esta red de apoyo, buscamos, más que solo tratar con datos, dar acompañamiento integral y defender sus derechos.
Algunas cosas a tener en cuenta dentro de nuestras comunidades de fe
Juntamente con las iglesias locales que buscan responder de manera integral a los desafíos de la migración, y en nuestros intercambios con agencias socias y defensores de los derechos de las personas migrantes, hemos identificado algunos riesgos y recomendaciones:
- Cuidar no caer en la trampa de pensar que solo los datos agotarán el drama de la migración;
- Desenmascarar las pretensiones, veladas o abiertas, por deshumanizar la movilidad humana;
- Recuperar la dimensión emocional y humana de la movilidad humana;
- Aprovechar los aportes de otras disciplinas para una mejor comprensión de la movilidad humana, y en especial el impacto que significa esta experiencia para quienes la viven;
- Revisar la manera en que leemos y apelamos a la Biblia para asumir actitudes y acciones hacia los migrantes;
- Tener en cuenta que las diversas razones y circunstancias que mueven a la gente a salir de sus tierras hace que la migración sea una dinámica humana compleja y multifactorial;
- A la luz de lo anterior, replantear la manera en que acompañamos y luchamos por los derechos de la gente que migra;
- Y cuando la persona en condición de movilidad llegue a nuestra puerta, «amarla como a nosotros mismos» (Levítico 19:34)
Llevo años hablando, escribiendo, cantando y enseñando sobre migración. Ahora me ha tocado vivirla en carne propia, junto a mi familia. Les aseguro que la experiencia ha redimensionado mi percepción y abordaje de la movilidad humana.
¿Es necesario que alguien lo viva para que lo comprenda? No necesariamente, aunque sí ayuda. A los cristianos, nos debería bastar el ejemplo y enseñanzas de Jesús para acercarnos de un modo distinto a este y otros dramas que afectan a nuestra humanidad.
Pues, sí, son humanos los que se movilizan. Y son humanos también a quienes Dios llama a responder con compasión, solidaridad y justicia. Más que datos, Señor, enséñanos a ver personas, y a ti en medio de los migrantes; porque al servirles a ellos, lo estaremos haciendo a ti mismo (Mateo 25:40).