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Visitas a la cárcel para principiantes

Matt Boyes, capellán de una cárcel, comparte sus mejores consejos para participar en las visitas a las cárceles

Escrito por Matt Boyes 2018 Disponible en Inglés, Francés, Portugués y Español

Un preso con un overol amarillo en la Cárcel de Luzira (Uganda) limpia el suelo de una celda

De: Cárcelos y presos – Paso a Paso 104

Consejos prácticos sobre cómo involucrarse en el ministerio de prisiones y la asistencia a los exconvictos

En la Biblia, muchas de las personas cercanas a Dios acaban en prisión. José, Sansón, Jeremías, Daniel, Juan Bautista, Pedro, Juan, Santiago, Pablo, Silas, Aristarco, Andrónico, Junías e incluso Jesús, cuando lo arrestaron, todos pasaron tiempo tras los muros y las rejas de la prisión.

Todos ellos experimentaron el sufrimiento de ser separados de sus seres queridos: la oscuridad, la opresión y la soledad. No debería sorprendernos que los cristianos sientan el llamado de ir a las cárceles para visitar y asistir a quienes se encuentran recluidos. Dios espera que seamos la luz en las tinieblas y faros de esperanza donde suele haber desesperanza.

Brindar esperanza

Como capellán de una cárcel, recibí la inspiración de Isaías 58:10: dedícate «a ayudar a los hambrientos y a saciar la necesidad del desvalido». La opresión emerge de numerosas fuentes: la pérdida de la libertad, la pérdida de la dignidad, entornos inhóspitos, la vergüenza, el sentimiento de culpa, la depresión y la ansiedad. Los presos también tienen ansias de recibir buenas noticias, de ser aceptados, de ser comprendidos y de tener la oportunidad de remediar lo que han hecho. 

Tener a alguien que no nos juzgue con quien poder hablar a veces resulta muy terapéutico. Ilustración: Petra Röhr-Rouendaal, Where there is no artist [Donde no hay artistas] (segunda edición)

Tener a alguien que no nos juzgue con quien poder hablar a veces resulta muy terapéutico. Ilustración: Petra Röhr-Rouendaal, Where there is no artist [Donde no hay artistas] (segunda edición)

Las visitas a las cárceles puede ser uno de los servicios más difíciles pero más gratificantes que podemos ofrecer. Podemos ofrecer esperanza y amor a los presos que lo han perdido prácticamente todo. Podemos llevar la oferta desinteresada del Evangelio del perdón y el trabajo transformador del Espíritu Santo a los condenados. Podemos ofrecer la posibilidad de una nueva vida y de un cambio a quienes han sido dominados por el pecado.

¡Mi deseo siempre ha sido lograr que los cristianos vayan a la cárcel! Quiero que vean el poder con el que actúa Dios en las peores circunstancias para redimirnos y salvarnos. En las cárceles, los cristianos pueden demostrar la aceptación y el amor de Dios a través de actos de bondad y palabras de ánimo. Lógicamente, nunca forzamos a la gente a aceptar el Evangelio. Pero he visto a muchos presos que llegan a la fe y en ella encuentran una nueva razón para tener esperanza y vida en Jesús. Es fantástico ver que encuentran maneras de corregir algunos de los errores que han cometido. En consecuencia, se restablecen las relaciones con sus familias. Esta experiencia nos puede ayudar a tener fe para las comunidades en las que vivimos y trabajamos, y para que Dios pueda lograr el mismo tipo de transformación también en ellas.

El poder de las vidas transformadas

En la prisión existe una fuerte presencia de Dios y los voluntarios que trabajan en las cárceles con frecuencia sienten que reciben mucho más de lo que dan. El amor tiene su precio, de modo que prepárese para la desilusión, pero es importante mantenerse optimista. Un preso que ha encontrado una fe viva, cuando es liberado, regresa a su comunidad como un testimonio del poder y de la presencia de Dios. Las iglesias deben estar preparadas para recibir a estas personas. Se requiere sabiduría y gracia, ya que es posible que haya aspectos en que los exconvictos sigan necesitando cambiar y crecer. Eso también se aplica a nosotros. 

Para los cristianos, el ministerio de las prisiones es un acto de adoración a nuestro Dios, que busca y salva a las personas perdidas. Podemos orar por nuestras prisiones locales y para que la luz de Jesús resplandezca en las tinieblas.


Cómo involucrarse en las visitas a las cárceles 

  1. Haga contacto

    ¿Cómo hacemos para visitar la cárcel? El primer paso es hacer contacto con los capellanes de la cárcel para ofrecerles nuestra ayuda y oraciones. Estas personas podrán decirle qué se necesita y qué procesos deben seguirse para obtener acceso a la prisión. Lo más importante es que las personas que visitan las cárceles sean humildes y que estén dispuestas a servir en cualquier capacidad. 

    Si en la cárcel no hay un capellán, puede contactar al director de la prisión para ofrecerle ayuda práctica. En algunos países, existe una gran necesidad de comida para los reclusos, especialmente para quienes no tienen familiares cerca. Esta oferta de ayuda práctica puede abrir las puertas a un ministerio más amplio. Si usted tiene un título profesional y es docente, médico, enfermero u orientador psicológico, es posible que el director de la prisión tenga mucho interés en tener contacto con usted.

    Confraternidad Carcelaria Internacional (www.pfi.org) es una organización cristiana internacional con delegaciones en todo el mundo. Es el lugar ideal para averiguar qué necesidades hay y con quién se puede hablar.
  2. Sométase a las investigaciones pertinentes y reciba capacitación

    En muchas cárceles, hay procesos de investigación personal a los que es necesario someterse, que varían de un país a otro. Algunas cárceles ofrecen capacitación a los nuevos voluntarios, proceso que siempre hay que cumplir. Los voluntarios deben tener una madurez en lo que se refiere a la fe. Además, deben vestir de forma sencilla y comportarse con corrección en todo momento. 

    Algunas de las visitas más eficaces en las cárceles son las de quienes tienen antecedentes penales, pero es posible que tengan que esperar unos años antes de que se les permita visitar una prisión. Nuevamente, la humildad y la paciencia son aspectos clave.
  3. Siempre obedezca las reglas


    Los directores de las prisiones son responsables de garantizar la seguridad en la cárcel tanto para los reclusos como para el personal. Si no se obedecen las reglas de seguridad o si se establecen relaciones inapropiadas, los ministerios de las prisiones pueden fracasar fácilmente. 

    Los presos a veces piden a los voluntarios que les lleven artículos prohibidos a la cárcel o que transmitan ciertos mensajes al exterior. La regla de oro es: «No sacar nada ni entrar nada».

  4. Establezca buenas relaciones

    No le pregunte a un preso por qué está en la cárcel, ya que su respuesta puede afectar la manera en que interactuemos con él y él se dará cuenta. Por el contrario, recuerde que todos los presos se han creado a imagen y semejanza de Dios. Todos nosotros hemos pecado y hemos sido destituidos de la gloria de Dios, y todos podemos ser redimidos mediante la fe en Jesús. ¡Los presos son personas como nosotros! Esta actitud nos abre las puertas a muchas conversaciones y oportunidades increíbles.

    Debemos proponernos satisfacer las necesidades de los presos y establecer una amistad con ellos. Tener a alguien con quien poder hablar que no los juzgue y desee lo mejor para ellos puede resultarles muy terapéutico. Intente no hacerles demasiadas preguntas, ya que podría darles la impresión de estar en un interrogatorio. En su lugar, permítales plantear sus temores, esperanzas, preguntas y necesidades. Nunca les haga una promesa que no podrá cumplir, ya que son personas que han sufrido muchas decepciones en el pasado.

    No debe proporcionarles sus datos personales ni demasiada información de su vida privada. Así, podrá mantener la relación en un plano profesional y proteger a sus seres queridos.

  5. Proteja la confidencialidad

    Finalmente, uno de los aspectos más difíciles es no compartir con otras personas información sobre los presos que hemos conocido. Podemos hablar de forma general sobre lo que hemos visto y las experiencias que hemos tenido, pero nunca mencionar los nombres de los presos ni ningún dato que pudiera identificarlos. Proteger la confidencialidad fortalece la confianza y nos ayuda a trabajar con integridad.

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Escrito por  Matt Boyes

Matt Boyes es capellán jefe de la Prisión de Feltham del Reino Unido. Correo electrónico: [email protected]

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