En las granjas tradicionales de ganado vacuno de Colombia, que ocupan el 80 % de las tierras agrícolas, normalmente se eliminan todos los árboles y arbustos para plantar pasto.
Con el tiempo, el suelo pierde su fertilidad, crece menos pasto y el ganado tiene que ir más lejos en busca de alimentos. A su paso, los animales dañan el terreno y la situación empeora. A medida que el pasto se va secando, las vacas producen menos leche y los terneros crecen más lentamente. Con la lluvia, el suelo dañado es arrastrado a los ríos.
Según una investigación llevada a cabo por el Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria (CIPAV), fundación colombiana, cuando las vacas pueden pastar árboles y arbustos forrajeros ricos en proteínas, se generan muchos beneficios para los animales, los agricultores y el medio ambiente. Los árboles y arbustos ayudan a captar la lluvia, de modo que una mayor cantidad de agua es absorbida por el suelo. También absorben más dióxido de carbono que el pasto de raigrás y son resilientes a los períodos de sequía. Los árboles mejoran la calidad del suelo y brindan sombra, siempre bienvenida. Cuando las vacas no se exponen al calor, comen durante todo el día y circulan de un lugar a otro depositando su valioso estiércol de forma más pareja.
Las vacas criadas de esta manera producen más leche y los terneros crecen más rápido, de modo que tardan menos en estar listos para el sacrificio. El cambio de la dieta ayuda a la digestión, de modo que las vacas producen menos metano, un importante factor del cambio climático. De acuerdo con CIPAV, gracias a la adopción de este sistema, los agricultores necesitan la mitad de la superficie para obtener la misma cantidad de productos lácteos, cárnicos y derivados de la madera. Además, no necesitan contar con un sistema de riego costoso, ni utilizar fertilizantes o herbicidas.