Muchas iglesias están ubicadas en zonas de alto riesgo o propensas a desastres.
Algunos de estos desastres ocurren repentinamente, para el caso los terremotos o desprendimientos de tierras; otros, como las sequías prolongadas, se desarrollan lentamente a lo largo de semanas o meses. Muchos desastres están relacionados con el clima, tal es la situación de los ciclones y las inundaciones; y hay evidencia de que estos tipos de desastres se están volviendo más frecuentes y severos por los cambios climáticos que afectan numerosas partes del mundo.
Los desastres repentinos requieren una respuesta inmediata y la iglesia está bien posicionada para proveerla, ya que cuenta con recursos valiosos como ser: sus instalaciones, su terreno y su gente. La iglesia también está bien equipada para ayudar a los sobrevivientes de desastres a hacerle frente a la aflicción emocional de perder parientes, amigos y posesiones. Puede proveer consuelo espiritual, apoyo emocional y esperanza para el futuro, sin hacer distinciones de raza, religión, género o nacionalidad.
La respuesta ante las emergencias no es la única manera de abordar un desastre. Hay muchas acciones que se pueden realizar para prepararse ante las amenazas de desastres naturales y reducir su impacto. En este capítulo se explica lo que se denomina el ciclo del desastre, que es la secuencia de actividades que usualmente ocurren luego del desastre (respuesta ante la emergencia y rehabilitación) y que posteriormente conducen a la mitigación y preparación para otro evento similar. Este capítulo presenta además, ejemplos bíblicos para cada una de estas situaciones.