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Romper las cadenas de la delincuencia juvenil

El enfoque creativo de Cally Magalhães está transformando las vidas de los jóvenes convictos en Brasil

Escrito por Cally Magalhães 2018 Disponible en Inglés, Francés, Portugués y Español

Cally Magalhães y su equipo están logrando transformar las prisiones juveniles de San Pablo. Foto: Jenny Barthow/Tearfund

Cally Magalhães y su equipo están logrando transformar las prisiones juveniles de San Pablo. Foto: Jenny Barthow/Tearfund

Un preso con un overol amarillo en la Cárcel de Luzira (Uganda) limpia el suelo de una celda

De: Cárcelos y presos – Paso a Paso 104

Consejos prácticos sobre cómo involucrarse en el ministerio de prisiones y la asistencia a los exconvictos

En Brasil, los niños pueden ir a la cárcel a partir de los doce años. Lamentablemente, la mayoría de ellos vuelve a la prisión al cabo de un mes de haber sido liberados. Tras numerosos años trabajando en las prisiones juveniles de San Pablo, quería hacer algo radicalmente diferente para ayudar a estos niños. Anhelaba ayudarlos a pensar y a cambiar sus comportamientos para que dejaran de delinquir. Por lo tanto, comencé a orar para encontrar una mejor manera de llegar a ellos.

Un nuevo enfoque

Antes de trasladarme a Brasil, yo era actriz profesional y profesora de teatro. Comencé a preguntarme si podría utilizar el teatro con los niños. Leí dos libros: uno sobre justicia restaurativa y otro sobre psicodrama (un tipo de terapia en base a la cual los participantes representan diferentes situaciones hipotéticas para poder entender sus problemas). Después de estudiar el tema en mayor profundidad, decidí unir la justicia restaurativa con el psicodrama. Creé un proyecto llamado «Romper las cadenas», en que trabajé con un equipo de profesionales en la prisión juvenil. 

Comenzamos el trabajo en una unidad para jóvenes convictos que habían cometido delitos graves, como asesinatos, secuestros, atracos de bancos y robos a mano armada. Estos jóvenes habían estado en la cárcel muchas veces.

El programa consta de tres elementos. Durante un período mínimo de doce semanas, realizamos sesiones semanales de psicodrama con un grupo de unos diez niños que están por concluir sus condenas. Paralelamente, un miembro de nuestro equipo visita a cada niño de forma individual para brindarle orientación psicológica. La tercera parte del programa consiste en el trabajo con las familias. Algunas de las familias viven en una pobreza tan grande que cuando el niño sale de la cárcel vuelve a robar con el único propósito de poner comida sobre la mesa. En consecuencia, intentamos asistir a la familia; por ejemplo, ayudando a la madre a encontrar empleo. 

Resultados extraordinarios

Los resultados del programa son impresionantes. Por poner solo un ejemplo, trabajamos con un niño que era un verdadero delincuente habitual. Robaba hasta diez motocicletas al día. En una sesión de psicodrama, representó el papel de un hombre que esperaba la luz verde frente a un semáforo en su moto. Dos de sus compañeros representaron los papeles de ladrones que querían robarle la moto, apuntándolo con sus armas imaginarias en la cabeza.  

Les pedí que se inmovilizaran en esa posición y le pregunté al niño: «¿Qué estás pensando en este momento? ¿Qué sientes?». El niño respondió: «¡Ustedes no pueden robarme la moto! ¡Me costó mucho esfuerzo poder comprarla! No fue fácil conseguirla, es mi moto y ustedes no pueden robármela!». En ese momento, entendió de pronto lo que les hacía a otras personas a diario.  

Y cambió. Después de que salió de la cárcel juvenil, se capacitó de peluquero y abrió un salón provisional en el garaje de su abuela. Con el tiempo, ahorró dinero y abrió un salón más estable con un amigo. Ahora hay que esperar cuatro horas para un corte de pelo en su salón debido a la gran demanda que tiene. Además, da clases semanales de peluquería en tres organizaciones de beneficencia.  

Para este niño, el psicodrama fue lo que cambió todo. Yo me podría haber sentado con él durante dos años diciéndole: «Es muy malo robar a la gente a mano armada», y habría sido en vano. Cuando evaluamos el programa, concluimos que si los niños completaban por lo menos diez sesiones, el 80 por ciento de ellos no reincidían. En general, el índice de reincidencia es de casi el 100 por ciento. ¡Un verdadero éxito!

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Escrito por  Cally Magalhães

Cally Magalhães runs (Associação Águia in Portuguese) in São Paulo, Brazil. She is a graduate of Tearfund’s Inspired Individuals programme. Email: Cally Magalhães dirige The Eagle Project (El Proyecto Águila) en San Pablo, Brasil, y recibió la capacitación del programa Individuos Inspirados, de Tearfund. Correo electrónico: [email protected]

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