Leidy Marín Yepes, una profesional colombiana del medioambiente y especialista en la gestión del agua, apoya a las comunidades latinoamericanas para que desarrollen sistemas de agua sostenibles. Actualmente trabaja para el Ministerio Kichua Kawsaypak Yaku (Agua que da vida) en Ecuador. Aquí nos cuenta algunas de sus experiencias.
¿Cómo se comienza a trabajar con una comunidad?
Muchas comunidades rurales en América Latina entienden el valor del agua apta para beber de buena calidad. Durante generaciones, han transportado agua de baja calidad a sus casas desde lugares distantes, antes de ir a la escuela o al trabajo, o quitando tiempo para pasar en familia o realizar otras actividades. Por eso, no les falta motivación para trabajar con ahínco y hacer sacrificios a fin de mejorar su suministro de agua.
Cuando una comunidad nos pide que nos asociemos con ellos, invertimos tiempo en forjar relaciones y discutir soluciones alternativas. Esto es más efectivo que un grupo de técnicos venga a la comunidad para decirles qué hacer o para darles lo que consideran que la comunidad necesita.
¿Qué sucede después?
Nuestro trabajo es capacitar, acompañar y asesorar en nuestra calidad de profesionales en ingeniería, administración y otras áreas específicas. Lo que es más importante, las comunidades son dueñas de sus sistemas de agua. Eligen a una junta comunitaria de agua para que organice el trabajo y ellos construyen el sistema. Una vez construido, establecen tarifas de consumo de agua para garantizar que haya suficiente dinero para cubrir los costos operativos, de reparación y de mantenimiento.
Lo que sucede en general es que las comunidades cuentan con todas las habilidades necesarias para operar satisfactoriamente un sistema de agua; solo necesitan un poco de ayuda técnica, asesoría y capacitación.
¿Cuáles son algunos de los desafíos?
No podemos pasar por alto el hecho de que estamos trabajando con comunidades que durante generaciones han desarrollado sus actividades en condiciones diferentes de las que conocemos.
Algunas comunidades se resisten a desinfectar el agua (p. ej.: cloración) porque prefieren beber agua no tratada. Pero con el tiempo, con paciencia, charlas y escucha, podemos encontrar soluciones a estas dificultades.
Por lo general, vemos que trabajar con una comunidad bien organizada, consciente de su necesidad de agua limpia y apta para beber y dispuesta a hacer los sacrificios necesarios, garantiza en gran medida el éxito a largo plazo del sistema de agua de la comunidad.