Independientemente de quienes seamos y en qué parte del mundo vivamos, todos nos enfrentamos a eventos o situaciones susceptibles de causar pérdidas o lesiones. Sin embargo, hay muchas cosas que podemos hacer para reducir el riesgo de que estos eventos o peligros se conviertan en desastres.
Los peligros y los desastres están estrechamente relacionados, pero no son lo mismo.
En este contexto, un peligro es un evento extremo como un terremoto, inundación, sequía, deslizamiento de tierra, huracán o incendio forestal. A menudo, se los conoce como peligros naturales. Los conflictos, la violencia entre comunidades y los accidentes industriales son peligros de origen humano.
Algunos peligros se manifiestan repentinamente, por ejemplo, los terremotos. Otros, como las sequías, se producen de forma más gradual, desarrollándose a lo largo de semanas o meses.
Los impactos de algunos fenómenos naturales peligrosos se ven agravados por la actividad humana. Por ejemplo, si se talan los árboles de las laderas, las fuertes lluvias pueden provocar un deslizamiento de tierra. Y, si los ríos y los canales de desagüe están bloqueados por desechos sólidos como el plástico, es más probable que se desborden y provoquen inundaciones. Muchos peligros relacionados con el clima, como huracanes, inundaciones y sequías, son cada vez más frecuentes y graves debido al cambio climático.
Un desastre ocurre cuando un peligro afecta a personas que de alguna manera son vulnerables a él y no pueden hacer frente a sus impactos. Los desastres causan angustia y daños considerables.
La vulnerabilidad viene determinada por muchos factores, entre ellos, la edad, el sexo, el origen étnico, la salud, el bienestar emocional, los recursos financieros, la vivienda, la ubicación geográfica y el acceso a los servicios públicos, la educación y las oportunidades.
Por ejemplo, la pobreza, los conflictos o la desigualdad pueden hacer que las personas habiten en viviendas de mala calidad en una zona costera baja, lo que las hace vulnerables a tormentas e inundaciones. Si tuvieran la posibilidad de mudarse a viviendas de mejor calidad en terrenos más altos, su vulnerabilidad y la probabilidad de que la tormenta cause un desastre se reducirían.
Las personas que viven en la pobreza suelen ser particularmente vulnerables a los desastres. Y es posible que tengan que afrontar múltiples peligros al mismo tiempo, o a intervalos cortos, lo que les hace cada vez más difícil cambiar su situación.