Muchos de nosotros vivimos, trabajamos o visitamos lugares donde debemos lidiar con amenazas a nuestra seguridad personal de manera regular. Manejar esas amenazas y mantenernos seguros puede parecer una batalla diaria.
Esté consciente de su situación
Los riesgos que enfrentamos son diferentes, dependiendo de dónde vivimos. Puede que vivamos en una zona de conflicto, una ciudad con alta criminalidad, o tal vez una aldea remota. Sin importar el contexto, los riesgos mayores usualmente se relacionan con la delincuencia, frente a los cuales las personas están preparadas para usar la fuerza, o la amenaza de la fuerza, para lucrarse: por ejemplo, los asaltos, los robos y el robo de vehículos a mano armada.
Hasta en las zonas de conflicto, los mayores riesgos siguen estando relacionados con la delincuencia, pues las personas toman ventaja de los fallos de la ley y el orden para llevar a cabo delitos violentos. Los conflictos también pueden estimular el comercio ilegal, lo que aumenta el mercado para artículos robados, o las ganancias de la delincuencia pueden ser usadas para financiar directamente el conflicto.
Evalúe el riesgo
Estar conscientes de nuestra situación y la de las personas a nuestro alrededor puede ayudarnos a entender si el riesgo de una agresión a nuestra seguridad personal ha cambiado. Por ejemplo, ¿hay una gran cantidad de personas bajo presión financiera o hay un grupo de personas que se siente oprimido por otro? Éstos y muchos otros factores sociales, políticos o económicos pueden desencadenar un aumento en los riesgos relacionados con la delincuencia.
A veces podemos acostumbrarnos tanto a una situación que nos confiamos demasiado en cuanto a los riesgos. Quizá hayamos pasado toda nuestra vida en el mismo lugar y porque hemos estado seguros hasta ahora, asumimos que seguiremos igual. Pero las situaciones y los entornos a nuestro alrededor pueden cambiar. Hay un cuento que la gente usa con frecuencia al hablar sobre el manejo de la seguridad personal; es el cuento de la rana (vea la casilla). Del mismo modo, puede ser muy fácil no darse cuenta de los cambios pequeños y lentos que suceden a nuestro alrededor y que gradualmente cambian nuestra situación hasta convertirla en una llena de riesgos.
Habrá situaciones que serán más riesgosas para una mujer. Por ejemplo, una trabajadora de salud que viaje sin acompañamiento será más vulnerable. Las personas también pueden ser más vulnerables debido a su edad, nacionalidad o discapacidad.
Es importante identificar todos los riesgos para cada grupo de personas y luego manejarlos bien.
Conozca a sus vecinos
Con el aumento en la movilización y las comunicaciones, muchos de nosotros no vivimos en una comunidad tan cercana como en la que vivían nuestros padres o abuelos. Ser parte de una comunidad local puede ayudar a nuestra seguridad personal, así como aportar beneficios sociales y espirituales. Una comunidad fuerte cuidará de las personas marginadas, y puede ayudar a evitar que éstas escojan el camino de la delincuencia.
Los vecinos que conversan con regularidad estarán conscientes de los nuevos riesgos que amenazan a una localidad. Ser parte de una comunidad significa que, en el caso de una agresión violenta, la comunidad nos auxiliará, si puede. Si la comunidad no nos conoce, no sentirá un vínculo con nosotros y habrá menos probabilidad de que nos ayude en un momento de necesidad. Por tanto, es importante pasar tiempo conociendo a nuestros vecinos.
Entienda las culturas a su alrededor