Como resultado de décadas de inestabilidad y más recientemente la controvertida reelección presidencial y subsiguiente intento de golpe, la situación en Burundi es frágil. Con la nueva legislación que limita tanto el trabajo de desarrollo como el de ejercer influencia, el espacio de la sociedad civil se ha reducido, y la iglesia es una de las esferas que ha sentido sus efectos. Asimismo, la iglesia en sí ha sufrido divisiones internas por motivos denominacionales, políticos y étnicos. Por si fuera poco, el Gobierno ha logrado infiltrarse en la iglesia obligando a sus propios líderes a ocupar cargos, lo que ha dado origen a mucho resentimiento, desconfianza y temor entre el liderazgo de las iglesias del país. Se han hecho varios intentos de unir a las personas líderes de las iglesias y de establecer colaboraciones entre ellas, pero ninguno ha rendido frutos debido a que la desconfianza mutua y el miedo obstruyen las discusiones.
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