La madre de Peter Kamau Muthui murió cuando él tenía seis semanas de vida y su padre, un año después. Él y sus cinco hermanos mayores crecieron en una institución de cuidado residencial en Kenia. Peter nos describe el impacto que esta experiencia ha tenido en su vida y cómo lo incentivó a fundar la organización Child in Family Focus en Kenia.
¿Cómo fue para usted la experiencia de crecer en una institución?
Para mí, haberme criado en una institución tuvo sus momentos positivos y sus momentos negativos. Disfrutaba de las salidas ocasionales para ver el mundo fuera del hogar y, en particular, me gustaba mucho ir a la escuela y a la iglesia. Recuerdo con mucho cariño la primera celebración de mi cumpleaños, cuando cumplí siete años. Mi maestra de preescolar, Mercy, me preparó una enorme torta y la trajo a la escuela. La siguiente vez que me celebraron mi cumpleaños fue cuando cumplí veinte años.
Yo era uno de los treinta niños a cargo de dos madres del hogar, que trabajaban por turnos. En consecuencia, resultaba difícil recibir la atención, el amor, el cuidado y la orientación que necesitábamos para asegurar una niñez sana y feliz. Nunca carecíamos de cosas materiales. Nuestra mayor carencia era de amor y cariño.
Me acostumbré a las rutinas y conocía las duras consecuencias de no seguirlas. La ayuda con las tareas suponía todo un desafío. Era difícil conseguir que la madre del hogar nos dedicara siquiera tres minutos para ayudarnos con una pregunta difícil de aritmética.
Al ver que los niños, incluidos mis amigos, se iban a vivir con familias de acogimiento y eran adoptados, me preguntaba cuándo llegaría mi turno. Cada vez que venía alguien de visita al hogar, me comportaba lo mejor posible. Quería mejorar mis posibilidades de recibir amor y de que me llevaran a formar parte de una familia.
Al comienzo, cuatro de mis hermanos se encontraban en otra institución que en la que estaba yo con la menor de mis hermanas. Al final, nos trasladaron al mismo hogar. Anhelaba ver a mis hermanos mayores, pero solo era posible en ocasiones especiales y a veces durante las comidas.
Todavía siento el efecto de esta limitada interacción con mis hermanos. No existe un vínculo estrecho entre nosotros. El suicidio de mi hermano mayor en 2007 fue un enorme golpe para mi familia. Este hecho demuestra que muchos jóvenes que egresan de las instituciones realmente terminan con depresión y con pensamientos suicidas.
A pesar de los desafíos que debí enfrentar durante mi niñez, tengo que agradecer a la institución por lo que soy hoy en día. Creo firmemente que hubo una razón por la cual Dios permitió que yo viviera esta experiencia. Me preparó para convertirme en defensor del cambio.