Zenet Maramara es presidenta de la Asociación de Mayordomía Cristiana de Filipinas. A continuación, Zenet analiza algunas de las lecciones clave que ha aprendido durante muchos años de trabajo en el área de la recaudación de fondos, incluido cómo reducir la dependencia de los donantes internacionales.
¿Cómo se involucró en este ámbito?
En la década de los noventa, una de mis responsabilidades durante mi primer cargo de recaudadora de fondos era apoyar al trabajo del Seminario Teológico de Asia a través de promociones, mercadeo y eventos especiales. En ese momento, al igual que tantos ministerios en Filipinas, el 70 % de nuestros fondos llegaban de Estados Unidos y solo el 30 % se generaba a escala local.
No obstante, existía un reconocimiento cada vez mayor en cuanto a que, a medida que el país continuaba desarrollándose, se dispondría de más fondos locales y conocimientos especializados. Esto representaría la oportunidad para nosotros de avanzar hacia el liderazgo a escala nacional y la recaudación de fondos a escala local.
Para poder contribuir a esta causa, yo necesitaba más capacitación, de modo que me fui a EE. UU. a estudiar relaciones públicas. Fue durante este tiempo que Dios me reveló una manera de pensar completamente nueva respecto a la recaudación de fondos.
¿Qué ocurrió?
Yo lo llamo mi «segunda conversión» y comenzó cuando empecé a entender que todo pertenece a Dios, incluidos los recursos que se necesitan para nuestros ministerios. Me di cuenta de que los recaudadores de fondos están llamados a unirse a las personas que Dios ya ha erigido para hacer contribuciones financieras.
Esta revelación cambió mi opinión respecto a la recaudación de fondos. Antes, me daba vergüenza pedir dinero a las personas, pero ahora me emociona brindarles la oportunidad de ayudar a financiar nuestro trabajo.
¡Esto hace que el trabajo de recaudar fondos sea mucho mejor! La revelación me liberó y ahora libera a mis alumnos. El peso de la tarea de obtención de los recursos necesarios para nuestros ministerios ya no recae en nosotros porque Dios es nuestro socio.