Lea el Salmo 42
La canción de Condry Ziqubu «La harina de maíz amarilla» (Yellow mealie meal) fue compuesta para recordarnos cómo Dios nos salvó de la hambruna y la malnutrición cuando, en los años ochenta, la harina de maíz amarillo se convirtió en el alimento básico en muchos hogares del sur de África. La harina fue introducida por los Gobiernos debido a la graves sequías y escasez de alimentos en la región.
En la canción, se escucha a Condry lamentando: «Los niños están llorando, no llueve». Luego concluye llamando a todos a unirse en oración:
Vamos, todos, juntémonos…
Arrodillémonos
Te necesitamos, Señor, te necesitamos ahora
Salva el mundo, salva a tu gente
Durante casi cinco años, la harina de maíz amarilla fue uno de mis alimentos básicos cuando vivía en un campamento de refugiados en Tanzania. Otros de los alimentos disponibles eran la harina de soya, arvejas partidas y aceite de girasol. Curiosamente, junto a una barra de jabón que nos daban, todo era amarillo.
Solíamos lamentarnos y clamábamos que fuésemos liberados del hambre y de la monotonía de esas raciones. Al final, Dios escuchó nuestras plegarias y la situación mejoró.
Lamento y alabanza
En la Biblia, el lamento es un lenguaje común de alabanza en medio del sufrimiento.
En el Salmo 42:3 el autor expresa: «Mis lágrimas han sido mi alimento día y noche mientras me dicen todos los días: “¿Dónde está tu Dios?”». Luego, después de una efusión de dolor, el salmista concluye de la siguiente manera: «...porque aún le he de alabar, Él es la salvación de mi ser y mi Dios» (Salmos 42:11).
En el campamento de refugiados las lágrimas fueron, en muchas formas, nuestro «pan de cada día», y los demás nos ridiculizaban por aferrarnos a nuestra fe cristiana. Pero, para nosotros, el lamento se convirtió en un acto de adoración en el que podíamos ofrecerle a Dios nuestro quebranto y nuestro dolor.
La Biblia nos enseña que nunca está mal clamar a Dios. Dios nos oye en nuestra angustia y nos recibe más cerca: «Vengan a mí, todos los que están fatigados y cargados, y yo los haré descansar» (Mateo 11:28).