Las mujeres y los pozos de agua.
Todos los días cientos de millones de mujeres sacan agua de pozo para suplir las necesidades de sus familias. Este agua no llega fácilmente. Algunas mujeres bombean el agua de pozos perforados, otras extraen agua a mano de antiguos pozos y otras aún en lugares de sequía tienen que cavar sus propios pozos en los caudales de ríos secos y esperar varias horas para que se junte el agua. Este agua es de gran valor. No sólo da vida sino que también la sustenta. Las mujeres que juntan este agua son las más pobres de las pobres. Oprimidas, explotadas y muchas veces analfabetas y enfermas, estas mujeres trabajan mucho para cuidar a sus familias y comunidades. ¿Qué esperanza ofrece Jesús a estas mujeres?
Leer Juan 4:1-30, el relato de Jesús y la mujer Samaritana.
Esta mujer es como muchas mujeres pobres de hoy. Una mujer totalmente destrozada, llena de sentido de culpabilidad y rechazada por su propio pueblo. ¿Cómo se relaciona Jesús con ella? No la condena como hacen otros, pero más bien se encuentra con ella en el punto de su necesidad y le da vida.
Jesús comienza a conversar con ella de su propia sed. La mujer se escandaliza de que un judío no sólo le esté hablando sino que también le pida ayuda. En este sencillo acto de pedir agua, Jesús demuestra que considera a la mujer como una persona creada y amada por Dios, y no una marginada social. Cuando Jesús comparte su esperanza de agua viva, la respuesta de la mujer es preponderante.
Leer Juan 4: 39-42.
Estos cuatro versículos muchas veces son olvidados cuando se lee este relato. Como resultado del encuentro de Jesús con la mujer al lado del pozo, muchos Samaritanos llegaron a creer en Jesús.
Necesitamos tomar a Jesús como nuestro modelo. Nuestra motivación debe ser amor, un amor que supera barreras sociales, culturales y religiosas. Debemos ver como ve Dios a los marginados de la sociedad, sociedad, a aquellos que están oprimidos y explotados. Necesitamos ver la imagen de Dios en las mujeres pobres del campo, en las viudas y las marginadas.
Esto puede parecer un comportamiento no aceptable por la gente que nos rodea. Nuestra familia, la comunidad, la iglesia y el gobierno quizás se opongan y cuestionen nuestras acciones. Nuestros amigos más cercanos quizás nos creen problemas. En el versículo 27 hasta los mismos discípulos de Jesús quedan sorprendidos cuando encuentran a Jesús conversando con la mujer.
A medida que entendemos la manera en que somos parte de estructuras sociales opresivas, entonces nos damos cuenta de la necesidad de cambiar. Necesitamos cambiar nuestra actitud y nuestro comportamiento. Nuestro Dios es un Dios liberador. Un Dios que quiere liberar, tanto a los hombres como a las mujeres, de los lazos de injusticia y opresión que nos ligan, para que podamos ser su pueblo en el mundo. Debemos tomar a Jesús como nuestro modelo y orar por la llegada del Reino de Dios.
Por Elizabeth Hill. Fue publicado por primera vez en Drishtikone Magazine, EFICOR, New Delhi, India.