Adaptado de: Hand in hand: Bible studies to transform our response to HIV, editado por Isabel Carter y Maggie Sandilands
Lea 2 Reyes 5:1-15
Esta historia se centra en algunas personas realmente “destacadas” o importantes: Naamán (un gran comandante militar), el Rey de Aram y el Rey de Israel. Sin embargo, son las personas humildes, de la servidumbre, quienes ven y entienden a Dios actuando, y quienes son usadas para transformar la comprensión de Naamán. El profeta de Dios, Eliseo, no proporciona la cura milagrosa que había esperado Naamán. Más bien, Naamán tiene que humillarse y aceptar una forma más sencilla y práctica de recibir sanación, en la cual él mismo tiene que participar.
La provisión milagrosa de Dios
El descubrimiento del tratamiento antirretroviral ha eliminado la ‘sentencia de muerte’ que antiguamente estaba asociada al VIH y al sida. Es posible retornar a un buen estado de salud física mediante una combinación de tratamiento y oración, aun mientras el VIH permanece en nuestro cuerpo.
La sanidad es diferente de una cura. En la actualidad no existe una cura conocida para el VIH. Sin embargo, los milagros de Dios se presentan de diferentes formas para diferentes personas. Hemos orado a Dios para que ayude a los médicos a encontrar una manera de tratar la infección del VIH. El tratamiento antirretroviral es una provisión milagrosa de Dios, que está ya disponible para muchos.
Toda sanación viene de Dios, y el Dios que está detrás de los descubrimientos científicos es el mismo Dios que está detrás de la sanación espiritual.
¿Cómo debemos responder?
Es bueno orar por la sanación de las personas con VIH, a la vez animándoles a beneficiarse plenamente de los servicios médicos. Sin embargo, es falso y peligroso decirle a la gente que debe tener fe en que Dios va a sanarlos, y que el hecho de tomar el tratamiento antirretroviral demuestra una falta de fe.
Aquellos de nosotros quienes sabemos o sospechamos que tenemos VIH debemos asumir la plena responsabilidad de no transmitírselo a otros. Aquellos de nosotros quienes no tenemos VIH debemos asumir la plena responsabilidad de no adquirirlo. Como iglesia debemos orar con las personas y también animar a aquellos de nosotros quienes vivimos con el VIH, a seguir el tratamiento antirretroviral y a continuar con el tratamiento (aun cuando nos sintamos mejor). Al final, Dios nos sana a todos mediante la muerte, que termina con el sufrimiento en la tierra y nos lleva a la vida eterna con él.
Si desea obtener más información sobre Hand in hand: Bible studies to transform our response to HIV, mire la sección de Recursos en la página 14.
Preguntas para discusión:
- ¿Qué tipo de sanación esperaba Naamán del profeta Eliseo? ¿Por qué motivo no estuvo dispuesto Naamán al principio a seguir el consejo de Eliseo?
- ¿Cómo le ayudaron a Naamán sus siervos?
- ¿Hay personas entre nosotros que son como estas personas de la historia? ¿Quién anima a la gente para que se haga las pruebas y siga el tratamiento? ¿Quién ayuda a las personas para que continúen con el tratamiento antirretroviral?
- ¿Qué tipo de tratamiento y sanación ha provisto Dios para aquellos de nosotros quienes vivimos con el VIH? ¿Por qué es importante continuar con el tratamiento y la oración, incluso cuando ya nos sintamos mejor?
- ¿Qué quiere Dios que hagamos nosotros, como su iglesia, para promover la salud y la sanidad de aquellos de nosotros quienes vivimos con el VIH?