Kazol Rekha vive en un pequeño pueblo de una zona propensa a las inundaciones en Bangladés. Cuando era niña, su madre y su padre fallecieron uno después del otro dentro de un breve espacio de tiempo. Sus hermanos se encargaron de ella y concertaron su matrimonio.
Sin embargo, posteriormente, las tragedias continuaron. Kazol se cayó de una silla y se lesionó la médula espinal, razón por la cual no pudo volver a caminar. Su marido la abandonó y volvió a contraer matrimonio, y su familia cambió su actitud hacia ella.
«Antes, toda mi familia me trataba con cariño, pero eso cambió después del accidente. Me abandonaron y me convertí en una carga. Fue muy doloroso y sufrí mucho», afirma Kazol.
Todos creían que siempre sería una carga y otra boca que alimentar. Nadie pensó que ella podría contribuir a su familia y a su comunidad.
El círculo vicioso
Una de cada siete personas tiene algún tipo de discapacidad. La mayoría de ellas —el 80 por ciento—vive en países de ingreso bajo y mediano.
Esto se debe a que la discapacidad y la pobreza están estrechamente relacionadas y forman un círculo vicioso. Es decir, las personas que viven en la pobreza tienen más probabilidades de adquirir una discapacidad, y las personas con discapacidad tienen más probabilidades de vivir en la pobreza.
La discapacidad como consecuencia de la pobreza
Las viviendas inadecuadas, las condiciones de vida poco higiénicas, la malnutrición, la falta de saneamiento y el agua no apta para su consumo —junto con el escaso acceso a la atención de la salud— se incluyen entre las principales causas de la discapacidad. Por lo tanto, las comunidades con altos niveles de pobreza también tienen probabilidades de tener altos índices de discapacidad.
La discapacidad como causa de la pobreza
Para un gran número de niños, niñas y adultos con discapacidad, las oportunidades de ir a la escuela, ganarse la vida, disfrutar de la vida en familia y participar en igualdad de condiciones en la sociedad son limitadas. Con frecuencia, esto no se debe a su condición, sino al estigma y la discriminación que enfrentan. En numerosos casos, sus voces no se escuchan y sus necesidades se pasan por alto. También es posible que deban cubrir gastos adicionales, como en atención de la salud y equipos especializados, lo cual aumenta aún más el riesgo de vivir en la pobreza, tanto para ellos como para sus familias.