En Génesis 3, se describe cómo la desobediencia de Adán y Eva destruyó este hogar. Ambos fueron expulsados del Edén y tuvieron que construir su hogar en un mundo quebrantado.
El resto de la Biblia nos cuenta la historia de la misión de Dios de redimir y restaurar su creación. En el Apocalipsis, podemos vislumbrar cómo será esto: un lugar donde, nuevamente, imperarán las relaciones sólidas y no habrá dolor ni necesidades insatisfechas (Apocalipsis 7:16; 21:4).
Hospitalidad
Los conflictos armados, los desastres naturales y el cambio climático obligan a millones de personas al año a abandonar su hogar en busca de un lugar más seguro. Para otras muchas personas, el hogar es un lugar de sufrimiento, abandono o abuso y no un lugar de paz.
Mediante la práctica de la hospitalidad, todos podemos proporcionar lugares en los que las personas se sientan aceptadas y parte de una comunidad acogedora, sin importar su procedencia o situación actual. La Biblia deja bien claro que la iglesia debe desempeñar este papel importante y transformador (Mateo 25:34–40; Hebreos 13:2).
Yo fui refugiado en una época en que había poca información acerca de las causas del desplazamiento y las dificultades que conlleva. No es de extrañar que fueran las iglesias y los creyentes quienes nos dieran la mejor bienvenida. Nos brindaron refugio, alimento y ropa, y permitieron que sus espacios se utilizaran como escuelas. Ante todo, fueron bondadosos. Nos brindaron un hogar.
En nuestras comunidades, no hay lugar para la discriminación y el prejuicio. En cambio, deberíamos mostrar el amor y la compasión de los que Jesús habló cuando nos explicó lo que significa amar al prójimo como a uno mismo (Lucas 10:25–37).