Los teléfonos inteligentes tienen muchas ventajas. Además de facilitar que nos mantengamos en contacto con nuestros seres queridos, podemos usarlos para acceder a la Internet con el fin de obtener información y educación, así como también para realizar y recibir pagos de forma segura. También podemos utilizarlos para tomar fotografías, hacer videos y programar reuniones y actividades en la comunidad.
No obstante, ¿puede algo tan bueno darnos tanto? Según nuestra experiencia de vida, es posible que así sea. Esta perspectiva se aplica también a las nuevas tecnologías. A continuación presentamos algunos aspectos que debemos tener en cuenta para minimizar los efectos negativos y maximizar los beneficios de esta tecnología relativamente nueva.
Límites
La calidad de nuestras relaciones (con Dios, con otras personas y con el mundo que nos rodea) depende de la calidad de la atención que les brindemos. Tener tanta información al alcance de la mano, tantos mensajes para responder, etc., puede reducir nuestra habilidad para desacelerar nuestra vida y escucharnos realmente unos a otros.
Estar conscientes de que somos vulnerables a pasar demasiado tiempo con nuestros teléfonos nos puede ayudar a poner límites (por ejemplo, apagar el teléfono a ciertas horas del día) y a priorizar las conversaciones en persona cada vez que podamos.