por Alexis Andino.
Durante mucho tiempo los trabajadores del desarrollo hemos aprendido y practicado el principio que el Desarrollo parte de las agencias hacia las comunidades y asumimos que nosotros somos portadores de un cúmulo de ‘nuevas ideas’, las cuales estamos ansiosos de compartir con la gente para ‘llevar el desarrollo a las comunidades’.
Aun cuando nuestras teorías estén orientadas hacia un modelo de ‘participación’, en la práctica diaria encontramos que predomina un estilo de trabajo con sentido vertical, en donde permitimos muy poco que la comunidad sea gestora de sus propios procesos.
En el devenir de nuestra experiencia, cada uno de nosotros ha sido permeado por situaciones, modelos y procesos que nos han ayudado a pensar y actuar de diferente manera. En mi caso, fue con la vivencia compartida con un grupo de líderes laicos, pastores y agentes comunitarios, que me di cuenta de que de no reflexionar sobre nuestro papel como ‘agentes de cambio’, corremos el riesgo de seguir usurpando el rol que le pertenece a las personas de las comunidades. Claro que está ese sentimiento cristiano y humano de pretender servir y solventar los problemas de los que sufren; pero habrá que saber diferenciar la linea que delimita el compromiso cristiano y el paternalismo.
Una de nuestras debilidades es el poder documentar nuestras propias experiencias Pretendo con el presente escrito recoger algunas consideraciones y conclusiones sobre el ministerio en el cual muchas personas estamos involucradas: el servicio a la comunidad. Demás está decir que no necesariamente serán coincidentes con sus propias ideas y experiencias, pero quizás puedan ayudar a generar la inquietud necesaria para invertir nuestro tiempo en la documentación y sistematización de nuestras vivencias.
Deseo mencionar algunas consideraciones que son importantes de tomar en cuenta para que, como facilitadores comunitarios, no caigamos en el error de pretender ser los ‘directores de la orquesta’ al apoyar procesos de desarrollo comunitario.
Reconocer nuestra identidad
Debemos estar conscientes de que si venimos de afuera de la comunidad, somos extranjeros y como tales desconocemos muchos elementos y situaciones que suceden en ella. Además que quizás el contexto del cual provenimos sea diferente.
Identificar nuestro rol
Siendo foráneos que llegamos para servir a la comunidad, debemos despojarnos de todo egoísmo y orgullo y asumir una actitud permanente de aprendizaje, considerando todos los comentarios y sugerencias, viendo éstos como nuevos insumos que podemos conjugar con nuestra propia experiencia para cumplir mejor en el servicio de Dios y para su gloria.
Consideracion y respeto
La tendencia nuestra, generalmente es a hablar mucho y a escuchar muy poco. Tratamos de imponer nuestros criterios sin tomar en cuenta la vivencia de las personas de esa comunidad dentro de su propio contexto. Una buena forma de ganarse amistad y respeto es respetando a los demás; principalmente el respeto a la jerarquía, criterios y algunas actitudes que pudiesen parecernos ‘obsoletas’.
Debemos aprender a reconocer que las raíces históricas en la mayoría de las iglesias en Latinoamérica son de poca historia en el compromiso social. Una sabia actitud de nuestra parte es procurar conocer y leer un poco de esas raíces históricas y de la realidad cotidiana de nuestras iglesias. Los pastores locales precisan de amigos que lleguen a animarlos y apoyarles en su obra ministerial; pero si nosotros llegamos a derrumbar sus ‘edificaciones’, estaremos en contra de ellos.
Compartir experiencias comunitarias
Algo que agrada al liderazgo de las iglesias locales, a la membresía, asi como a la comunidad en general, es ver que un agente externo se involucre en las actividades de la comunidad y se entregue a compartir en el culto de la iglesia, compartir la alabanza sin juzgarla, sentarse con un grupo que se reune a platicar por las tardes bajo la sombra de un árbol, hacer deportes juntos, etc. Todas ellas son expresiones de la dinámica comunitaria de cada día y de la cual el facilitador no puede ni debe desligarse; el compartir estas diversas experiencias nos permite entrar en su mundo y recorrer mucho más rápido el camino hacia lograr confianza y credibilidad entre los pobladores de la comunidad (2 Corintios 1:7).
Ser y hacer amigos
Todos sabemos que una necesidad básica humana es la de ser aceptados con nuestras fortalezas y debilidades. Encontramos personas con las cuales nos identificamos más fácilmente que con otras: aprovechemos esa coyuntura y mostrémonos amigos, no sólo de esas personas afines sino que cultivemos la amistad en general.
Debemos tener cuidado de conocer aspectos de mucha sensibilidad, como por ejemplo: rencillas entre familias, hogares donde existe violencia doméstica, maridos alcohólicos, madres solteras, etc, porque recordemos que lo que pretendemos es facilitar la unidad y la cooperación en la comunidad y debemos emplear una gran sabiduría para desarrollar relaciones y confianza a la vez que mostramos tacto en situaciones difíciles.
Compartir innovaciones
Sólo cuando hayamos ganado la confianza de la comunidad podremos iniciar un proceso gradual de compartir algunas ideas y experiencias que sean de importancia para la comunidad. No perdamos de vista que no pretendemos ganar la confianza de la comunidad para luego volcar todas nuestras fuerzas a ‘extender conocimientos’; nuestro papel es el de ser facilitadores y ello significa que debemos procurar que la gente descubra las respuestas a sus problemas, promoviendo las iniciativas y acciones comunitarias, sin sucumbir a la tentación de manipular los procesos.
Observemos en forma crítica nuestro papel de servicio comunitario. ¿Necesitamos adecuar nuestros esquemas de trabajo a las iglesias y comunidades locales?
Alex Andino es un agrónomo que ha trabajado por varios años como promotor de proyectos comunitarios con base en iglesias en Organismos Cristianos de Servicio en Honduras, América Central. En la actualidad es Director Ejecutivo del Consejo de Instituciones Evangélicas de Desarrollo de Honduras (CONSEDE).
CONSEDE, Apdo Postal 4339, Tegucigalpa, Honduras, América Central.