por Jean Johnson
De acuerdo con Don Cormack, el autor de Killing Fields, Living Fields [Campos da matanza, campos de vida], la iglesia protestante en Camboya creció a dos mil personas en los años 1950 e inicios de los 1960. En ese momento las organizaciones extranjeras que habían estado apoyando a las jóvenes iglesias decidieron que sería estratégico retirar la ayuda financiera de modo que las iglesias aprendieran a usar sus propios recursos para sostenerse a sí mismas y crecer. No tomó mucho tiempo para que la mayoría de los trabajadores de la iglesia abandonara el ministerio para encontrar empleos mejor pagados en otro lugar.
Quedaron unos trescientos cristianos. A partir de 1965 la iglesia empezó a crecer y a fortalecerse de nuevo, pero esta vez sobre unos cimientos más saludables. Los líderes de iglesia, como el Pastor Yeah, estaban decididos a que la iglesia de los Jemer no debía regresar nunca más a un estado de dependencia, sino en cambio, manejar sus propios asuntos a partir de este momento.
Diez años más tarde llegó el genocidio y la guerra civil y la mayoría de los cristianos fueron asesinados por el régimen de Pol Pot.
Las agencias de socorro al rescate…
Durante la etapa de reconstrucción en los años 1990 Camboya se convirtió en un imán, atrayendo agencias de socorro, organizaciones humanitarias y misioneros. ¡Yo era una de ellos! Llegué a Camboya en julio de 1992. Lamentablemente nunca escuché sobre la fuerte motivación del Pastor Yeah de permitirle a la iglesia de Camboya manejar y apoyar financieramente sus propios asuntos.
Fui directo a mi trabajo administrando y apoyando financieramente a la iglesia de Camboya. Hice mi cuota de distribuciones, pagué el alquiler de las iglesias, proporcioné recursos, construí los edificios de otras personas, adopté posiciones de liderazgo, importé maneras extranjeras de hacer las cosas y modelé métodos de ministerio que no podían ser fácilmente copiados ni traspasados al liderazgo local. A pesar de haber recibido capacitación en trabajo intercultural, me incliné más hacia mis experiencias en América. Estas acciones condujeron a crear una dependencia psicológica y financiera entre las personas con las que trabajaba.
Dependencia
La dependencia es como una araña con muchos tentáculos de gran longitud que crean todo tipo de problemas que “agotan la vida” de las iglesias, organizaciones y comunidades locales, tales como:
- pérdida de la dignidad y la autoestima
- falta de motivación
- creatividad reprimida
- muy pocas donaciones locales
- falta de disposición para apoyar a los líderes locales
- celos, competencia, motivaciones encontradas
- socavado de los sistemas de valores locales
- falta de disposición de las personas para ser voluntarias
- falta de credibilidad, porque los locales son percibidos como empleados de los extranjeros
- ser percibido como dirigido por extranjeros
- crecimiento atrofiado.
Habiendo viajado a varios países, leído muchos libros y artículos sobre el tema y hablado con otras personas involucradas en trabajo intercultural, me parece que este patrón de dependencia no es un problema único de Camboya. Los recursos externos pueden en realidad convertirse en un tropiezo para el crecimiento y la multiplicación locales.
Por ejemplo, los trabajadores cristianos extranjeros comparten generosamente dinero, suministros y regalos entre quienes ellos consideran ser personas empobrecidas y necesitadas. A pesar de que la asistencia sí ayuda a las personas a obtener lo que necesitan, se está formando un modo de pensar más profundo a lo interno de las personas: “Somos débiles y siempre seremos así”. El fatalismo se convierte en su identidad.
Ayuda que entorpece
Tengo un dicho que guía mi trabajo, “El día 1 afecta al día 100”. O sea, lo que hacemos desde el mismo inicio ya sea impedirá o mejorará la multiplicación dentro de cada contexto cultural específico. He aprendido que no puedo transferir visión, apropiación psicológica y la capacidad de sostener y multiplicar a la iglesia local, en cambio, debo afirmar y modelar estas cosas desde el inicio y en adelante.
Jean Johnson trabajó en Camboya por 16 años. Ahora ella trabaja con World Mission Associates, promoviendo la sostenibilidad y multiplicación de la iglesia. Es la autora del libro We Are Not the Hero [No somos el héroe].