Durante el brote de ébola en África occidental, se implementaron estrictas medidas de control con el fin de reducir su propagación.
Sin embargo, algunas de estas medidas, como las relacionadas con el aislamiento y los funerales, no fueron aceptadas con facilidad, pues parecían ir en contra de los valores culturales y prácticas de fe. También faltaba información clara. Las poblaciones negaban la existencia de la enfermedad y se comportaban de forma hostil hacia las personas que intentaban contener el virus.
Muchas de las personas que contrajeron ébola eligieron permanecer con sus familias y se celebraron funerales en secreto. Como consecuencia, la enfermedad continuó propagándose.
Un cambio importante
Varios líderes de fe se reunieron para discutir la mejor manera de apoyar a sus respectivas comunidades. En primer lugar, utilizaron textos sagrados para interpretar los mensajes de salud relacionados con el control y la prevención del ébola. Luego, al ir cambiando la forma de conducir sus prácticas de fe, las comunidades comenzaron a responder a la necesidad urgente de llevar a cabo funerales de forma segura.
Un miembro de personal de las Naciones Unidas relató: «La negación generalizada de la existencia del ébola dificultaba el ingreso a la zona del personal de salud para prestar ayuda. El imán y el jefe local trabajaron juntos, usando mensajes del Corán y de la Biblia, para hablar de la necesidad de cambiar comportamientos en sus comunidades. Esto allanó el camino para que el personal de salud pudiera ingresar a la región.
Como la gente confía en ellos, cuando comenzaron a participar en rituales funerarios adaptados a las circunstancias, los habitantes dejaron de oponer resistencia. El hecho de que los líderes de fe participaran en la lucha contra el ébola constituyó un momento de cambio importante».