Si con frecuencia nos vemos afectados por eventos extremos como terremotos, inundaciones, huracanes o sequías, probablemente no tengamos tiempo de recuperarnos de uno antes de tener que enfrentarnos al siguiente.
Por ejemplo, en noviembre de 2020, el huracán Eta trajo lluvias torrenciales, fuertes vientos, inundaciones y marejadas ciclónicas a Centroamérica, lo que ocasionó una devastación generalizada en áreas ya afectadas por la inseguridad alimentaria y el acceso limitado a la atención sanitaria. Dos semanas después, el huracán Iota azotó a la mayoría de las mismas comunidades, dejándolas en una situación aún más desesperada.
Podemos pensar que las tormentas, los terremotos y las sequías son «desastres naturales» ante los cuales no podemos hacer nada. Podríamos resignarnos y esperar a que llegue la ayuda del Gobierno, de las organizaciones humanitarias o de otros países.
Aunque esta ayuda externa puede salvar vidas a corto plazo, también puede significar que no se cubran necesidades importantes, lo que nos dificultará aún más hacer frente cuando se produzca otra emergencia. Como resultado, podemos encontrarnos viviendo en una crisis casi permanente, con efectos a corto y largo plazo en nuestra salud física y mental.
Hacia una mayor resiliencia
Puede utilizar las tres actividades siguientes para ayudar a su comunidad a comprender que, en lugar de limitarse a esperar a que llegue ayuda externa, la mejor manera de superar un estado de crisis permanente es desarrollar la resiliencia.
Involucre a la mayor cantidad posible de personas en las conversaciones, entre ellas, niños y niñas, jóvenes, personas con discapacidad y hombres y mujeres mayores.
Más información: Conversaciones de grupos focales comunitarios, curso breve en línea
1. Qué es un desastre
Lean Mateo 7:24-27
Este pasaje nos recuerda que debemos construir nuestras vidas sobre el fundamento sólido de las enseñanzas de Jesús. También puede ayudarnos a comprender la diferencia entre un peligro y un desastre.
Dos casas se vieron expuestas a la misma tormenta y a los mismos vientos (el peligro), pero solo una de ellas se derrumbó. El desastre no es la tormenta ni los vientos. El desastre es las pérdidas y los daños causados cuando una de las casas se derrumba.
Si la casa no hubiera sido construida sobre arena, no se habría derrumbado. Y, si no hubieran ocurrido la tormenta y los vientos, la casa no se habría derrumbado.
No se podría haber hecho nada para evitar la tormenta. Pero se podrían haber tomado decisiones diferentes sobre dónde y cómo construir la casa.
Preguntas para el diálogo
- ¿Por qué puede derrumbarse una casa durante una tormenta? (Ejemplos: fue construida en un terreno inadecuado y propenso a la erosión, los deslizamientos o las inundaciones; construcción y materiales de mala calidad o cimientos inapropiados).
- ¿Cuáles podrían ser las causas subyacentes? (Ejemplos: pobreza o discriminación que hace que la gente construya casas en zonas de alto riesgo; falta de dinero para comprar materiales de buena calidad; falta de conocimiento; corrupción).
Reflexión
- ¿Cuál fue el último desastre que ocurrió en su comunidad? (Piensen en las pérdidas humanas y materiales, más que en el peligro en sí).
- ¿Cuáles fueron los impactos físicos, emocionales y económicos en la población?
- ¿Cómo se podría haber evitado el desastre?
- ¿Agravó la actividad humana el desastre? ¿Cómo lo agravó?
- Si compararan su comunidad con una casa, ¿dirían que está construida sobre roca o sobre arena? ¿Por qué?