Dios tiene una pasión por la justicia. Leemos sobre esto en muchas partes de la Biblia. Él se preocupa profundamente por el sufrimiento de la gente pobre. Los mandamientos de Dios, entregados en el Antiguo Testamento, tienen la intención de llevar libertad a toda persona.
Jesús simplificó muchas de las leyes del Antiguo Testamento, resumiéndolas en dos mandamientos que sintetizan toda su enseñanza en Mateo 22:35-40. Él nos dice que amemos a Dios con todo nuestro corazón, nuestra alma y nuestra mente, y que amemos a los demás como a nosotros mismos. Amar a los demás como a nosotros mismos, no significa solamente pensar buenos pensamientos. Significa asegurar que ellos puedan vivir vidas plenas, libres de opresión. Debemos buscar justicia para los demás de manera que ellos puedan vivir la vida a plenitud, como era la intención de Dios.
La pobreza y la opresión le quitan la dignidad a las personas. Solamente cuando las personas tienen acceso a los recursos naturales, económicos y políticos que necesitan, podrán vivir con dignidad, y empezar a establecer buenas relaciones los unos con los otros y con su ambiente natural.
Discusión
- Leamos Lucas 4:18-21. Jesús leyó este pasaje profético de Isaías 61:1-2 antes de empezar su ministerio público. ¿Cuánto reflejaba su vida esta profecía?
- Jesús nos manda a seguir su ejemplo. ¿Cuánto reflejan nuestras vidas y nuestro trabajo este sorprendente ejemplo?
- ¿Quiénes son los prisioneros en nuestra sociedad? ¿Quiénes son los ciegos? ¿Quiénes son los oprimidos? ¿Qué traería la gracia de Dios?
- ¿Qué pasos podríamos dar para llevar buenas nuevas, libertad, sanación y liberación a aquellas personas cuyos derechos humanos no son cumplidos?
- ¿Qué hace nuestro gobierno para ayudar a aquellas personas cuyos derechos humanos no son cumplidos?
Artículos 2, 8, 29 Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU