La reverenda y doctora Micheline Kamba ha dedicado toda su vida adulta a cuestionar las ideas erróneas con relación a la discapacidad y a fomentar la inclusividad de las iglesias. En este artículo, comparte algunas de sus experiencias personales.
¿Nos puede contar algo sobre usted?
Yo tuve polio a los dos años de edad, y me quedé con las piernas paralizadas, de modo que necesito usar muletas y aparatos ortopédicos para desplazarme. Estoy casada y tengo un hijo de 17 años.
¿Cómo fue su experiencia de crecer con una discapacidad en República Democrática del Congo?
Mis padres y mi familia me ayudaron mucho. Me incluían en todo y fui a la escuela, al igual que mis hermanas y hermanos.
Pero la adolescencia fue una etapa difícil para mí. En República Democrática del Congo, muchas personas creen que si alguien tiene una discapacidad se debe a una maldición. Me costó mucho protegerme frente a esta creencia. También me decían que no me iba a poder casar ni tener hijos. Una vez incluso intenté suicidarme.
¿Qué fue lo que cambió?
Mi hermana me ayudó a entender que yo soy parte de la creación de Dios y que él me ama. En Isaías 49:15, Dios le pregunta a Israel: «¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho…?». Me di cuenta de que esto es imposible, al igual que Dios no puede olvidarse de mí. Entender esto fue mi liberación.
Desde ese momento, nunca le he pedido a Dios que me cure físicamente porque sé que la gracia de Dios es suficiente para mí, y su poder se perfecciona en mi debilidad (2 Corintios 12:9). Me he aceptado a mí misma como una mujer con una discapacidad y sé que Dios planea algo bueno para mí.
¿Tiene la iglesia una actitud sana hacia las personas con discapacidad?
Muchas iglesias acogen con gusto a las personas con discapacidad, pero suelen suponer que estamos en situación de pobreza y que queremos obtener algo de ellas. Nos dan ropa y alimentos, pero, a veces, lo único que queremos es alabar a Dios junto con todos los demás.
En las iglesias carismáticas, suelen creer que si una persona con discapacidad acude a un servicio, espera que se produzca un milagro. Un día, yo estaba en una iglesia e hicieron un llamado al altar. Yo me quedé sentada en mi lugar y uno de los hombres me dijo: «¿No quieres ir adelante?». Le contesté: «No, estoy bien, puedo orar desde aquí». Luego, me dijo: «¿No quieres una oración de sanidad?», a lo cual le respondí: «¿Por qué insiste? ¡Yo no estoy enferma! He aceptado que Dios me ama como soy». El hombre estaba muy sorprendido: «¡Cómo! ¿Estás contenta así?». Yo le dije: «¡Sí, estoy contenta!».
Sé que nada es imposible para Dios: no me sorprendería si hoy me dijera que deje las muletas y camine. Pero no es fácil cuando los líderes de la iglesia solo ven la discapacidad y no a la persona. Esta actitud alimenta el estigma y la persona se siente mal si no se cura.
¿Qué se puede mejorar?
Las iglesias deben involucrar a las personas con discapacidad. Deben mirar más allá de la discapacidad y ver quiénes son en Cristo.
Una vez, conocí a una mujer que cantaba maravillosamente. Al igual que yo, también usaba muletas. Ella me dijo: «Sé cantar, pero nunca me piden que cante. Oran por mí todos los días, ¡pero yo sé cantar!».
Para ayudar a cambiar estas actitudes, fundé la organización Iman’enda, que significa «levántate y anda». Ayudamos a las personas con discapacidad, a través de estudios bíblicos y oraciones, a aceptarse a sí mismas. Luego, pueden ir con la cabeza bien alta, en sus espíritus y en sus mentes, sabiendo que son amadas por Dios.
Micheline Kamba es pastora y catedrática de la Facultad de Teología de la Universidad Protestante de Congo. Ayuda a coordinar la Red Ecuménica de Defensores de las Personas con Discapacidad en África francófona para el Consejo Mundial de Iglesias. También es la presidenta y fundadora de Iman’enda Ministries.
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