«En nuestra comunidad, hay un alto nivel de desempleo y yo tenía dificultades incluso para cubrir el costo del transporte a la escuela de mis hijos —cuenta Lonny Ndlovu, madre de tres hijos que vive en Bushbuckridge (Sudáfrica)—. Por eso comencé a dedicarme a la apicultura».
Junto a otros miembros de su comunidad, Lonny fue invitada a participar en un proyecto de African Honey Bee, organización local.
El eje del proyecto es el reconocimiento de que Dios nos bendice a cada uno de nosotros con dádivas, como las relaciones personales, nuestras habilidades y los recursos locales. Cuando entendemos cuáles son estas dádivas, las podemos utilizar para transformar nuestra vida y acudir en ayuda a los demás.
El primer paso
Lo primero es establecer grupos de autoayuda. Estos grupos permiten a las personas identificar los recursos y habilidades colectivos que están disponibles para ellos. También aprenden a gestionar los grupos y las finanzas, y comienzan a ahorrar pequeñas cantidades de dinero. Este dinero luego puede invertirse en negocios como la apicultura, la cría de pollos y el cultivo de hortalizas.
Los participantes —conocidos como los guardianes de las abejas melíferas—, aprenden a fabricar su propio equipo de apicultura con materiales reciclados disponibles localmente. Por ejemplo, con la ropa usada se hacen guantes y sombreros protectores, y con las latas de pintura vacías se fabrican ahumadores (los apicultores calman a las abejas con humo mientras inspeccionan las colmenas).