De muchas maneras, la salud mental es como la salud física: nos afecta a todos y debemos cuidarla. La salud física y la salud mental están estrechamente relacionadas y ambas contribuyen a nuestro bienestar general.
Gozamos de una buena salud mental cuando nos sentimos bien con nosotros mismos, cuando podemos hacer frente al estrés que se nos presenta en la vida y cuando en general podemos pensar, sentir y reaccionar de formas que nos permitan realizar nuestras actividades cotidianas. Cuando nuestra mente está sana, podemos mantener buenas relaciones con las personas que nos rodean y contribuir efectivamente a la sociedad.
Si bien, de vez en cuando, todos sufrimos emocionalmente (por ejemplo, cuando perdemos a un ser querido o nos quedamos sin trabajo), esto no se considera una enfermedad mental, a menos que impida nuestro buen desempeño en la casa, en el trabajo o en la sociedad.
Enfermedad mental
Alrededor del 25 % de nosotros padecerá una enfermedad mental en algún momento de la vida, como la depresión y ansiedad, y también otras enfermedades menos comunes, como la esquizofrenia y el trastorno bipolar.
Cuando las personas atraviesan períodos de mala salud mental, pueden experimentar pensamientos y sentimientos angustiantes y, en algunos casos, incapacitantes. Sin embargo, para muchas personas, lo más difícil es ser excluidas de las actividades familiares y comunitarias o recibir un trato desagradable debido a la incomprensión.
Esto significa que, además de pensar cómo podemos apoyar a individuos y familias, debemos considerar cómo trata la sociedad a las personas que viven con problemas mentales. La creación de conciencia en las comunidades ayuda a formar sociedades más inclusivas, en particular, si se empodera a las personas con enfermedades mentales para que hablen por sí mismas.
Salud mental y pobreza
Si bien todos podemos tener problemas de salud mental, las personas que viven en situación de pobreza podrían verse particularmente expuestas a circunstancias que pueden llevar a enfermedades mentales. El estrés relacionado con una alimentación y una vivienda inadecuadas, la vulnerabilidad a los desastres y el acceso limitado a la atención de salud y a la educación (entre otros servicios) pueden aumentar el riesgo de que una persona desarrolle problemas de salud mental.
Por otro lado, una mala salud mental puede conducir a la pobreza cuando una persona ya no puede trabajar o debe gastar grandes sumas de dinero para obtener el apoyo que necesita. Además, otros integrantes de la familia, en particular las mujeres y las niñas, puede que deban quedarse en casa para cuidar de la persona enferma, lo que les impide ir a trabajar o a estudiar.
Las enfermedades mentales por lo general pueden tratarse efectivamente; por ejemplo, mediante consejería profesional, terapias psicológicas (terapia hablada) y formulación de medicamentos. No obstante, en muchos países, solo un pequeño número de personas tiene acceso a servicios de salud mental.
Otros impactos
Las personas que padecen enfermedades mentales graves a veces son ocultadas, se las suele sujetar físicamente e, incluso, recluir, cuando se las considera un peligro para sí mismas o para los demás. Esto sucede en todas las sociedades, a veces, de forma oficial, mediante servicios de salud, pero también en el ámbito comunitario.
Dichas restricciones les quitan a las personas gran parte del control que tienen sobre su propia vida y aumentan su vulnerabilidad a la violencia, la manipulación financiera y otras formas de abuso. Las leyes nacionales e internacionales deberían protegerlas, aunque en algunos países esto no sucede.
Cuando una persona que vive con discapacidad física es discriminada o se le hace difícil sobrellevar su impedimento (por ejemplo, porque sufre dolores crónicos) podría desarrollar una enfermedad mental.
En algunos casos, una mala salud mental puede tener un impacto negativo en la salud física; por ejemplo, debido a una nutrición deficiente, dificultad para dormir, accidentes o a los efectos secundarios de los medicamentos.
El papel de la fe
La gran mayoría de las personas en el mundo profesan una religión y es muy común que pidan ayuda a los líderes de fe cuando desarrollan una enfermedad mental. Esto sucede, en particular, en los países donde se considera que las enfermedades mentales tienen una causa espiritual (por ejemplo, la posesión demoníaca), en lugar de una causa médica o social.
Los lugares de culto y las organizaciones de fe se encuentran, por lo tanto, en una buena posición para brindar esperanza, amor y apoyo práctico. Además, pueden confrontar el estigma y abogar por el cambio. A continuación, damos algunas ideas.
Responder con amor
En el pasado, los líderes de fe frecuentemente estigmatizaban las enfermedades mentales, y esto hacía que las personas fueran incomprendidas y rechazadas por las comunidades religiosas y la sociedad en su conjunto. En su lugar, acoja a las personas que sufren emocionalmente, sin juzgarlas. Ofrezca el consuelo de la oración y alguien con quien hablar en un ambiente seguro y acogedor.
Brinde apoyo espiritual y práctico a las familias de las personas que padecen alguna enfermedad mental. Por ejemplo, puede visitarlas y ayudarlas con tareas del hogar tales como cuidar de alguien, cocinar, limpiar y hacer las compras, entre otras.
Apoyo para desarrollar resiliencia
Organice actividades para ayudar a las personas a afrontar las dificultades normales de la vida, recuperarse de alguna enfermedad mental y aprender a vivir con problemas de salud mental crónicos.
Por ejemplo, la creación de grupos en los que niños, niñas y adultos puedan divertirse, jugar, aprender nuevas habilidades, ahorrar dinero y pedir préstamos, forjar amistades y hablar de las cosas que les preocupan. Garantice que todas las personas puedan acceder a estos grupos, incluidas las personas que viven con discapacidad y con problemas de salud crónicos, como el VIH.
Practique y fomente la adopción de hábitos de autocuidado para mejorar el bienestar. Por ejemplo: dormir suficiente; forjar relaciones positivas; hacer ejercicio regular; dedicar tiempo para apreciar la creación de Dios; comer alimentos saludables; mantener una buena higiene; evitar el abuso de drogas y alcohol; y encontrar el equilibrio justo entre el trabajo y otras actividades.
Las personas que se están recuperando de alguna enfermedad mental suelen valorar el apoyo que se les brinda para rehacer su vida. Si se han aislado, ofrezca acompañarlas al mercado, a su lugar de culto o a eventos comunitarios hasta que recobren la confianza para interactuar en la sociedad por sí mismas.
Cuándo pedir ayuda
Hay ocasiones en que las personas desarrollan enfermedades mentales graves, como la esquizofrenia. Ofrezca orar y brindar consuelo y apoyo práctico como lo haría ante cualquier otra enfermedad, pero, además, anime a las personas a buscar ayuda profesional si estuviese disponible.
Averigüe qué servicios de salud mental se ofrecen en su región y cómo derivar a las personas que los necesiten. Si alguien manifiesta estar pensando en autolesionarse o en lastimar a otros, busque ayuda médica de inmediato.
Abogue por el cambio
Cuando los servicios de salud mental disponibles no son adecuados, promueva su integración en el sistema de atención de salud nacional. De esta forma, aumentará el acceso a la atención y garantizará que las personas que padecen tanto problemas físicos como mentales puedan ser atendidas en el mismo lugar, lo que ayudará a reducir el estigma de las enfermedades mentales.
Esta integración también es útil en el ámbito comunitario. Por ejemplo, los trabajadores de la salud en la comunidad pueden crear conciencia acerca de las enfermedades mentales, reconocer y atender casos y derivarlos cuando sea necesario.
Averigüe qué tipo de protección ofrecen las leyes de su país a las personas con problemas mentales. Si las leyes no ofrecen protección adecuada o no se aplican debidamente, abogue para que se refuercen. El Conjunto de herramientas para la incidencia de Tearfund explica paso a paso cómo exigir cuentas a los Gobiernos y cómo abogar por el cambio.
La salud mental sale a la luz
La salud mental, finalmente, se hace visible. Las personas cada vez más se sienten capaces de hablar de cuestiones de salud mental, y se presta más atención al bienestar como parte del trabajo comunitario de socorro y desarrollo.
La pandemia de Covid-19 nos ha demostrado lo importante que es la salud mental en una crisis mundial. También nos ha recordado que todos tenemos un papel que jugar a la hora de apoyar a las personas que están pasando por situaciones difíciles.
Problema espinoso
Pregunta: Estoy cuidando de un pariente que tiene un problema de salud mental y se me está haciendo difícil enfrentar esta situación. ¿Qué puedo hacer?
Respuesta: Cuidar de una persona que tiene una enfermedad mental puede ser muy difícil. Usted, puede experimentar una serie de emociones angustiantes:
- enojo con la persona que está enferma, por hacerle la vida difícil;
- tristeza al ver sufrir a un ser querido;
- culpa debido a pensamientos negativos acerca de la persona;
- desesperanza sobre el futuro de la persona que está enferma y por usted;
- frustración al ver que, haga lo que haga, la enfermedad persiste;
- vergüenza por lo que podrían pensar o decir los vecinos y otros miembros de la comunidad acerca de la enfermedad.
Todas las personas que cuidan a otros experimentan estas emociones. Asegúrese de hablar acerca de sus sentimientos con familiares y amigos y separe tiempo para realizar actividades que disfrute. Si lo necesita, pida ayuda práctica.